Unos días antes, Pablo y Natu vinieron a visitarnos a Madryn, por lo que coincidimos en el vuelo hacia Buenos Aires.
Pasamos un día en la "gran ciudad" y a las 11 de la noche mi viejo nos acercó hasta Ezeiza. El vuelo salía a las 4 de la mañana, pero esperábamos poder entrar al salón Centurión y comenzar nuestras vacaciones desde temprano. Recién pudimos despachar las valijas a la 1.30, pero calculamos bien, fuimos los primeros y nos zambullimos en los sillones del salón de American Express para llenarnos la panza de sanguchitos.
A las 4:40 horas el avión salió puntualísimo. Lamentablemente el avion era medio viejo y como no tenía televisores en los asientos el pasaje decidió transformar la aeronave en una romería, nunca vimos tanta gente parada, caminando, charlando y armando grupos, increíble.
Paramos un rato en Caracas, ¿se puede decir que conocemos la república bolivariana?
Y llegamos a La Habana a las 14.25 del mediodía, media hora antes que lo esperado, cambiamos 200 euros en la Cadeca del aeropuerto Jose Marti y a las 15:30 estaba saliendo el micro hacia Varadero.
El guia fue Her, que se paso hablando de Cuba todo el viaje, gracias Her!
Paramos en el mirador de Bacunayagua, donde nos tomamos una piña colada y un sandwich mirando el impresionante puente, el más grande y alto de Cuba.
Finalmente llegamos al hotel Paradisus Princesa de Mar pasadas las 19 horas, paseamos un rato por la playa y cenamos en el buffet.
A la noche fuimos un rato a la Fiesta en la playa, donde nos reímos de cómo hicieron bailar a los canadienses e ingleses la salsa y nos fuimos a dormir con un mojito de Vladimir, el mozo de Rock House, el bar que tuvimos justo en frente de nuestra habitación y que nos dio de comer y tomar los cuatro días de Varadero.
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