sábado, 30 de mayo de 2015

Cuarto día: Tres ciudades

Hoy vamos a ir a uno de los lugares que más ansiábamos visitar cuando imaginamos nuestro viaje a Cuba, Santa Clara y el mausoleo del Che.
Nos despertamos muy, muy temprano, a las 5:30 horas ya estábamos arriba y a las 5:45, tomando un café con Vladimir en el Rock Café.

A las 6:20, Iralda (rebautizada Iris porque nunca nos acordábamos de su nombre), la guía de Cubanacan, nos pasó a buscar puntual para la excursión de Tres Ciudades y después de recorrer, de nuevo, 435 hoteles, salimos a la ruta con destino a Santa Clara.
En medio debimos hacer una  parada de emergencia, como les dije, la langosta de ayer nos hizo pagar la cuenta, pero mejor dejar todo en un honorable olvido de 3 cuc en una perdida cafetería de la ruta.
Visitar Santa Clara fue tal cual, o mucho más, como lo esperábamos, nos emocionamos, nos conmovimos y terminamos dejando nuestro corazón en el mausoleo del Che, donde pude, por obra y gracia de esas eventos que se deben dar una única vez en la vida, quedarme en soledad junto a la historia.


 



Luego visitamos los vagones descarrilados del tren blindado del 30 de diciembre y de ahí de nuevo a la ruta hacia Trinidad.



En Trinidad recorrimos el museo de la familia Borrel, el antiguo Palacio Cantero, donde hay una muestra de cómo se vivía en la época colonial y cómo se trataba a los esclavos. Subiendo una interminable escalera caracol se accede a una pequeña terraza con una vista impresionante de toda la ciudad.


 


Caminando por las calles compramos un mantel bordado y tomamos una canchánchara, justamente en La Canchánchara, que es un trago inventado en Cuba que es una mezcla de ron, miel y limón. Ahí también conocimos a Rubén, un excelente torcedor, quien nos convidó un habano.


Almorzamos comida criolla en un restaurante y de ahí salimos para Cienfuegos.

Cienfuegos es conocida también como la Perla del Caribe (y así le dieron los corsarios en el siglo XVI), nos paramos en la plaza, donde me terminé sentando con tres bandidos que me convidaron sus cigarros y compartimos unas cervezas . También recorrimos el malecón y ya nos volvimos para Varadero, previo tocar el agua del mar Caribe.
(En Trinidad se nos acabó la batería de la cámara, ahora estamos esperando que Natalia y Pablo, dos ocasionales compañeros de excursión, se acuerden de mandarlas por mail, en su defecto, más de Trinidad, que es hermosa)

 

 

 

 

Llegamos con lo justo por un nuevo ataque de las langostas asesinas, en este caso a mí, que hice un ingreso memorable corriendo por el lobby del hotel hasta el baño.
Pero por suerte llegamos con tiempo de bañarnos y alcanzar la reserva en el Top Hill, un restaurante re fashion del hotel, donde comimos muy bien.
A la cama nos fuimos con un whisky canadiense que nos puso Pedro del benemérito Rock House y a dormir temprano, que mañana hay que bucear.

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