Salimos en el catamarán con rumbo a Cayo Blanco, empinando el codo a canilla libre de Cuba Libre y al agua a hacer un snorkel en un banco de peces muy variado, peces león, damiselas y vaya uno a saber que más.
De postre, un habano Guantanamera y una piña colada.
Luego dos horas de larvar en la playa a fuerza de Cuba Libres (mentira, nadamos un montón)
El viaje de vuelta fue animado por un Jesús a plena salsa y de regreso al hotel en la guagua (siempre nos retiran primeros y nos dejan últimos, cagada de ser el ultimo hotel de la península)
En el hotel pasamos por la playa, previa carga de mojitos en nuestros vasos térmicos mirando a los pajaritos toti que reclamaban su parte, y un nuevo atardecer fumando un habano cubano.
A bañarse, llamar a los chicos por wassap y a cenar, esta vez al restaurant japones.
Esta vez la elección gastronómica revirtió la pobre imagen del restaurante italiano de ayer, el show del restaurante japones fue una de las mejores cenas en Cuba, con chef en la mesa y champagne en las copas, eso si, otra vez nos perdimos el show en el patio, esta vez fue el de magia.
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