jueves, 28 de mayo de 2015

Segundo día: Dolce far niente

En el primer día de Varadero, como todas las excursiones se deben contratar en el lugar y no se puede por internet, lo vamos a dedicar al dolce far niente sin culpas ni cargos.

Nos levantamos tempranito, desayunamos en el buffet y nos encontramos en el lobby con el operador de la agencia Cubanacan (mientras tomamos café expreso a la cubana, que primero lo pedimos de esa forma, "a la cubana", y nos miraron como diciendo ¿y de qué otra forma te voy a hacer un café en Cuba?, así que para la próxima ya sabemos que si queremos un café fuerte "a la cubana" en Cuba, sólo debemos pedirlo "expresso"), con quien contratamos una excursión en catamarán a Cayo Blanco con snorkel para el viernes y la de Tres Ciudades (Santa Clara, Trinidad y Cienfuegos) para el sábado. De ahí nos fuimos derecho a la playa a tomar mojitos y nos agarraron para bailar samba, cosa que uno solo hace en Cuba (y no se saca fotos).


 

 

Almorzamos en el buffet (los lomitos de cerdo a la plancha de Xavier son inolvidables), dormimos un rato y volvimos a la playa, a caminar hacia la marina. Al pegar la vuelta a la península nos encontramos con una escollera que daba lugar a una bahía enorme sin olas.
Al volver continuamos con nuestra cata de mojitos en el bar de la playa y terminamos en la pileta, con un habano en una mano y un cubanito en la otra (descubrimiento el "Cubanito", fue el mojito me parece).



 

El atardecer entre las palmeras es una postal obligada de Cuba.



Nos bañamos, pasamos por un bar a tomar un Cuba Libre, por el lobby para whatsapear con los chicos y de ahí a cenar al restaurante italiano.
Llegó el momento para decir que no todo en un hotel cinco estrellas "all inclusive" es perfecto. El restaurante italiano no fue ameno, no fue simpático, no fue rico, sino que fue literalmente horrible, pero horrible mal. La entrada de queso frito estaba bastante fea, pero el carpaccio de Caro era incomible, la lasagna apenas pasable y el postre, la panacota, una gelatina inmunda sin sabor y el tiramisú una torta de crema berretísima. Todo sumado con una atencion lamentable. Si algún dia tienen la suerte de alojarse en este hotel, olvídense de reservar ahí, mil veces preferible el buffet. Encima nos perdimos un espectáculo cubano en el patio junto al restaurante, que apenas pudimos espiar desde las ventanas mientras sufríamos la tortura italiana.

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